La enfermedad de Parkinson se define como un trastorno degenerativo del sistema nervioso central (SNC) con una evolución crónica y progresiva. A nivel fisiopatológico existe un deterioro o muerte de neuronas productoras de dopamina en la sustancia negra, que conlleva a la generación de patrones anormales de activación nerviosa y, consecuentemente, a un deterioro del movimiento (Kalia & Lang, 2015). La incidencia anual es elevada, 160 pacientes por 100.000 habitantes/años. El pico máximo de aparición suele estar entre los 70-79 años y se observa predominio masculino.
Cuando aparecen los síntomas, se calcula que ya existe una pérdida del 60-80% de estas neuronas.
Las causas de esta enfermedad son desconocidas en la mayoría de los casos, aunque los últimos estudios proponen que probablemente sea una combinación de:
- Susceptibilidad genética (mutaciones)
- Exposición a uno o más factores ambientales desconocidos desencadenantes de la enfermedad (toxinas que han causado síntomas parkinsonianos como el MPTP o el metal manganeso)
- Alteraciones en las mitocondrias relacionadas con el estrés oxidativo.
MANIFESTACIONES CLÍNICAS
Las manifestaciones clínicas definitorias del parkinson son (Balestrino & Schapira, 2020):
- Temblor
- Rigidez
- Bradicinesia
- Inestabilidad postural
Sin embargo, existen otras múltiples manifestaciones (Weiss & Pontone, 2019) menos conocidas como son: depresión, cambios emocionales, dificultad para tragar y masticar, cambios en el habla, problemas urinarios/estreñimiento, problemas en la piel, problemas para dormir, demencia y otros problemas cognitivos, hipotensión ortostática, calambres y distonías, dolor, fatiga y disfunción sexual. Centrándonos en las alteraciones posturales y en su abordaje, existen trastornos del plano sagital (camptocormia, antecollis y retrocollis), del plano coronal (síndrome de Pisa, escoliosis) y deformidades estriatales (de mano y de pie).
TRATAMIENTO REHABILITADOR INTERDISCIPLINAR
A pesar de disponer de varios tratamientos médicos y quirúrgicos, los pacientes con Parkinson desarrollan progresivamente problemas físicos. Hay un amplio rango de técnicas en rehabilitación que se aplican para maximizar las habilidades físicas de los pacientes y minimizar las complicaciones secundarias: fisioterapia y ejercicios dirigidos (nordic walk, hidroterapia), logopedia para el abordaje de los trastornos del habla y la deglución (Clemente & Aviñó, 2007), terapia ocupacional y apoyo neuropsicológico para reforzar conductas y habilidades aprendidas. Por otro lado, existen técnicas más invasivas tras el fracaso de las opciones más conservadoras: ortesis, intervenciones farmacológicas, infiltraciones de toxina botulínica o tratamientos quirúrgicos (incluyendo cirugías cerebrales).
Existen estudios comparando tratamiento multidisciplinar rehabilitador versus no tratamiento (Tomlinson et al., 2012) donde se observan mejoras en varios aspectos de la marcha (velocidad, zancada y resistencia), movilidad y equilibrio y mejoría en la escala Unified Parkinson’s Disease Rating Scale (UPDRS). Sin embargo, no encuentran diferencias en el número de caídas que sufren los pacientes con Parkinson.
OBJETIVOS GENERALES y ESPECÍFICOS DEL TRATAMIENTO
Los objetivos generales que se plantean en el tratamiento de las alteraciones posturales del parkinson:
- Prevención en la aparición de las alteraciones
- Corrección en las primeras fases
- Reeducación cuando hay patrones establecidos
- Readaptación cuando los patrones son fijos e inamovibles
- Mejora en la calidad de vida
Respecto a objetivos específicos, destacaríamos:
- Aumento de volúmenes respiratorios
- Mantenimiento de los arcos articulares
- Disminución de las posibles retracciones
- Aumento del tropismo muscular
- Favorecimiento de reacciones de enderezamientos
- Mejora del equilibrio y de la propiocepción
- Aumento de la coordinación y reeducación de la marcha
Para cubrir ambos objetivos contamos con múltiples tratamientos (Tomlinson et al., 2013): vibraciones, técnicas de relajación, estiramientos, método Kabat o ejercicios de Bobath, ejercicios de enderezamiento, refuerzo musculatura erectora, corsés y correcciones de la retropulsión.
En Limbic abordamos tanto el periodo de inicio de enfermedad, denominado “luna de miel” como el periodo de enfermedad establecida (Bleton & Ziégler, 2012), individualizando siempre cada caso y dando los apoyos necesarios y precisos que necesita cada paciente. Aparte del tratamiento de las alteraciones posturales y motoras, se abordan otros problemas con el resto del equipo (trastornos del habla, disfagia, alteraciones anímicas, alteraciones cognitivas, disminución en la autonomía) en caso de que el paciente las desarrolle a lo largo del proceso.
En general se pretende frenar el desarrollo de las posibles complicaciones y minimizar la discapacidad y dependencia que pueda ir surgiendo. Se trabaja tanto con el individuo como con la familia y su entorno para lograr cumplir las metas marcadas.