La atención conjunta es la capacidad que tienen las personas de coordinar su atención con otra persona en relación con un objeto o una situación. Esta capacidad comienza a emerger durante el sexto mes de vida y se manifiesta en distintos tipos de conducta. Es de los primeros constructos necesarios para que el niño establezca algún tipo de comunicación social. Esta habilidad le permite al niño seguir la dirección iniciada por la mirada, un giro de cabeza o un gesto con el dedo realizado por otra persona. Esta conducta social temprana le permite al niño desarrollar interacciones afectivas recíprocas que serán cruciales para el desarrollo de la posterior comunicación social (Lee & Schertz, 2020).
En la actualidad la alteración en este proceso se considera un síntoma fundamental del autismo. La capacidad para iniciar la atención conjunta es una habilidad que consiste en la utilización del contacto visual-gestual (señalar o mostrar con el dedo) por parte del niño para iniciar espontáneamente la atención coordinada con un interlocutor social. Las alteraciones en este proceso y en la orientación social diferencian a los niños con cuadro de TEA de los que se desarrollan con normalidad y los que presentan un déficit intelectual.
Esta habilidad es una condición previa para la adquisición temprana del lenguaje, por lo que una alteración en su desarrollo implica el déficit de muchos niños con TEA para desarrollar un lenguaje expresivo adecuado a su nivel de desarrollo.
En los niños con autismo existe una alteración de la orientación social y de la atención conjunta, lo cual puede dar lugar a un empobrecimiento de las formas de entrada de información social, lo que empeora el neurodesarrollo típico de esta capacidad. Esto les aleja del patrón típico de intercambio social y puede contribuir a la generación de una alteración neurológica secundaria (Mundy, P. 2016). Esta afectación del desarrollo de la atención conjunta priva a los niños de la oportunidad de llevar a cabo el procesamiento del ego y de otra información social de vital importancia para el desarrollo socio-cognitivo. Pruebas diagnósticas como el ADOS-2, evalúan esta capacidad de atención conjunta y la habilidad para iniciarla, como medidas para el diagnóstico de trastorno de espectro autista (TEA).
Esta habilidad también ha sido vinculada (Charman, T. 1997) por muchos autores con la ToM (theory of mind), pues la iniciación de la atención conjunta fue factor pronóstico significativo para el funcionamiento de la “teoría de la mente” más adelante. Estos dos aspectos de la comunicación social, la atención conjunta y la ToM, parecen ser la base de la cognición social.
La determinación de los correlatos neuronales de la cognición social han sido estudiados dentro del campo del TEA. Datos sugieren la existencia de un grado de solapamiento entre regiones cerebrales que, según estudios de neuroimagen, son disfuncionales en las tareas relacionadas con ToM y las áreas corticales implicadas en la atención conjunta (Mundy, P. 2018). Estudios con PET, indican actividad metabólica en hemisferios frontales, sobre todo en el izquierdo. También destacan zonas órbito-frontales y temporales como claves para el inicio de la atención conjunta. Se ha localizado la corteza frontal dorso-medial y el cíngulo anterior como los lugares donde se mantiene las representaciones de una escena que incluye un interlocutor social, un objeto interesante y a sí mismo, mientras se cambia el foco de atención con agilidad entre estos focos al iniciar conductas de atención conjunta (Mundy, P. 2003).